
Sentado en la imposible posibilidad
de contar tus cálidas tempestades,
agonizó el tibio sol que amanece cruzado
por tus ojos de violácea composición.
Huye de mí, pasado un tiempo,
comprobando la grácil espera
del loco mundo que vierte sus llantos
por esperanzas rotas y lisiadas.
Candil de oriente, lebrillo perenne.
De tiempos orquestados, sombríos.
Mi musa ha roto la vajilla del destino
y me ha llamado al olvido.
de contar tus cálidas tempestades,
agonizó el tibio sol que amanece cruzado
por tus ojos de violácea composición.
Huye de mí, pasado un tiempo,
comprobando la grácil espera
del loco mundo que vierte sus llantos
por esperanzas rotas y lisiadas.
Candil de oriente, lebrillo perenne.
De tiempos orquestados, sombríos.
Mi musa ha roto la vajilla del destino
y me ha llamado al olvido.
7 comentarios:
No, no te ha llamado al olvido. De verdad. Yo la he visto, o mejor dicho, la he sentido en este poema. Estamos contigo al otro lado de la pantalla.
Un beso fuerte
Pues a ver quién paga ahora los platos rotos. Pasada la tormenta, que siempre termina pasando, suele ser la tarea más amarga.
Saludos.
... destino...
existira de verdad???
Levanta y cuenta, con todos. Somos tantos!.
Besotes
tu musa sigue susurrando...cómo podría ser eso olvido?
Las musas siempre vuelven.
salu2
Me acordé, sólo, de una estrofa de un poema, que tampoco recuerdo de quien es y dice algo así:
"Vi que lloraban los hombres que aún no habían nacido y quise llorar con ellos"
un beso.
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