viernes, 19 de enero de 2007


Sentado en la imposible posibilidad
de contar tus cálidas tempestades,
agonizó el tibio sol que amanece cruzado
por tus ojos de violácea composición.

Huye de mí, pasado un tiempo,
comprobando la grácil espera
del loco mundo que vierte sus llantos
por esperanzas rotas y lisiadas.

Candil de oriente, lebrillo perenne.
De tiempos orquestados, sombríos.
Mi musa ha roto la vajilla del destino
y me ha llamado al olvido.

7 comentarios:

libertad dijo...

No, no te ha llamado al olvido. De verdad. Yo la he visto, o mejor dicho, la he sentido en este poema. Estamos contigo al otro lado de la pantalla.
Un beso fuerte

Anónimo dijo...

Pues a ver quién paga ahora los platos rotos. Pasada la tormenta, que siempre termina pasando, suele ser la tarea más amarga.

Saludos.

Amaranta dijo...

... destino...
existira de verdad???

ferfo dijo...

Levanta y cuenta, con todos. Somos tantos!.

Besotes

Lis dijo...

tu musa sigue susurrando...cómo podría ser eso olvido?

Antona dijo...

Las musas siempre vuelven.
salu2

Blog de alma dijo...

Me acordé, sólo, de una estrofa de un poema, que tampoco recuerdo de quien es y dice algo así:

"Vi que lloraban los hombres que aún no habían nacido y quise llorar con ellos"

un beso.